Escribir sin leer (por João Knup)


El Objetivo de la materia de Lengua y Literatura Castellana en Segundo de Bachillerato es que el alumnado esté preparado para presentarse en el mes de junio a las pruebas de la EBAU, demostrando los conocimientos y las destrezas adquiridas mediante un análisis y comentario de un artículo de opinión de algún periódico.

Washoe (1965-2007), primer ser vivo no humano que aprendió a  comunicarse por medio del lenguaje de signos

Esto, al alumnado le parece complicado. Consideran que es un ejercicio arduo, complejo y difícil. Poco menos que imposible. Entre las responsabilidades de un profesor está la de prepararlos para que realicen ese examen y obtengan una buena nota. Y, para eso, es necesario insistirles siempre, todos los días, constantemente, en que es indispensable leer mucho: cada día es imprescindible que lean, como mínimo, una columna, el editorial de un diario, un pequeño artículo de opinión. Y aquí abandonamos esa impersonal tercera persona para pasar a la primera: desconfío de que, todas, todos, lo hagan. Mi experiencia es que no son constantes en esta tarea.
Es por esto que decido escribir este artículo. Pensé que podría redactar un escrito que los interpelase, que les concerniese, que pudiera parecerles interesante. Imaginé que, tal vez, resultaría útil un texto que incidiese en esa idea que días antes había escrito en la pizarra (y que incluso publiqué en Facebook, para ver que comentaban mis contactos): es posible leer sin escribir, pero es imposible escribir sin leer.
Lo que pretendo es convencerlos de una evidencia: para escribir es necesario leer. Esto es fácil de entender: en el acto físico de escribir, va implícita la lectura, cualquier tipo de lectura. Cuando escribimos, vamos leyendo lo que escribimos, siempre. Incluso en las prácticas de escritura automática de los surrealistas resulta imposible no ir leyendo al mismo tiempo de escribir. Pero esto también sirve para una reflexión más amplia: si realmente queremos aprender a escribir, a redactar, a poner por escrito nuestras opiniones y pensamientos, nuestros sentimientos y reflexiones, nuestras ideas y certezas, o incertezas, lo que tenemos que hacer es leer, leer mucho. Es solo leyendo lo que otras personas ya escribieron como se aprende a escribir.
Es así, por ejemplo, que resulta posible que comprendamos las diferencias entre escribir esa idea con una formula impersonal (“Es solo leyendo lo que otras personas ya escribieron como se aprende a escribir”), con una primera persona (“Es solo leyendo lo que otras personas ya escribieron como aprenderé a escribir”), o con la  segunda persona (“Es solo leyendo lo que otras personas ya escribieron como aprenderás a escribir”), o incluso con la primera persona de plural (Es solo leyendo lo que otras personas ya escribieron como aprenderemos a escribir”). La primera sentencia quiere ser objetiva, interpelando a todas las personas y a ninguna en particular, mientras que las otras quieren ser una llamada, explícita, a quien lee: bien desde la conversión de la experiencia individual de la voz narradora en experiencia colectiva, bien desde una advertencia directa a quien recorra con sus ojos esta líneas –llamándose, por ejemplo, Claudia, Jorge, Laura, Joel, Alba, Alejandro, Hector, Adriana, Sergio, …-, bien creando con las hipotéticas personas lectoras un sujeto protagonista plural.
Para terminar, tuve la ocurrencia de reproducir en el texto algunos nombres, coincidentes tal vez, o no, con los nombres de alumnas y alumnos, para que se les genere la duda de si esto es realmente un artículo de opinión publicado en ese link que aparece en la nota a pie de página, o un extraño texto de su profesor. Imagino que alguien incluso llegará a buscar en internet si existe o no esta página de Material Periférico, en la que João Knup, si es que tal persona tiene vida, publicó este artículo, escrito al tiempo en que lo iba leyendo, pensado al tiempo en que lo iba escribiendo.

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